Era un maestro que trabajaba en las afueras de la ciudad de Florencia, Italia, de esos que dejan todo para servir a los niños en una escuela pequeña, tal vez era más grande las ganas de aprender que el sitio donde nos encontrábamos, pero aun así, salíamos adelante con los números y las letras. Con el tiempo se fue encariñando con cada uno de los niños que estaban a su lado que llegó a invitarlos a su antiguo hogar, a conocer la cuidad, la ciudad de Florencia.
Ahí estaban, no recordaba el día ni la hora, recuerda que las sonrisas de ellos lo guiaba a algo más divertido, que el sol iluminaba en aquellos rostros que no tenían ni idea de lo que se veía venir. Iban cada vez que podían, el era un niño más en ese grupo, claro con barba, una identificación de adulto y con todo eso que llevan los adultos en el pensamiento; problemas.
Nunca se dio cuenta que faltaban treinta días para que todo eso terminara…
Por cierto, no, el no tenia novia ni esposa, cuando no hay amor no entres por esa puerta se había prometido tiempo atrás. Treinta días antes del fin, fue solo a la ciudad a buscar comida para la semana y encontró lo que no quería encontrar; era un problema encarnado mujer; le habían causado problema tras problema en el pasado que no pensaba en ellas mientras me enfocaba en su servicio como maestro.
Recordó una frase que escribió tiempo atrás: “Que mujer más hermosa, que hermosura hecha mujer”, le entró deseo de hablarle pero no pudo hacerlo en ese momento, no tuvo el valor, pero tuvo la idea de que tal vez podía volverla a ver en el mismo café de esa tarde, bueno así fue y la encontré de nuevo, esta vez sí venia con el valor necesario de decirle un hola.
Le llamó mucho la atención su soledad, teniendo esos ojos bellos que parecen que hablan con la mirada, cualquier hombre quisiera estar a su lado, y por alguna razón, uno de ellos era él. Dijo hola y con esa misma palabra se vinieron muchas más que formaron una conversación maravillosa con ella. Una maravillosa relación se había creado en aquel momento llena de tiempo, pasión y espacio.
Cinco días para el final, ella le comentó que debía de irse de aquella ciudad, que su trabajo ahí había terminado pero que había conocido a alguien que no quería despedirse. Y por miedo a perderla, le abrió su corazón, lo tenía loco, lo hacía querer irse a la ciudad cada día solo a verla. Así empezó todo, en la despedida, que ya no lo fue, empezaba una historia de él y ella que parecían locos enamorados en otro planeta.
Con un beso en los labios, se marchó y no pudo decir más…
El tiempo le decía que debía de visitarla, su pasión decía que no debía, más el espacio se susurraba al oído que solo mirarla sonreír era necesario para poder seguir en vida. Hizo caso a lo último y decidió visitarla, tomaba el tren cada sábado hacia Milán, donde ella vivía, temprano ya como costumbre.
Sabía que eran momentos cortos para verla, su trabajo la tenia presionada de manera que no le parecía buena idea, desprenderla de eso para estar con él, se sentía mejor cuando le volvía a ver y sonreía en ese momento, eso es hermoso pensaba, su mirada era lo que más amaba de ella, y si, la amaba como no tienen idea.
Tuvieron problemas en algunas ocasiones pero nada como para romper aquellas vías de tren desde Florencia hacia Milán. Nadie se atrevía a robar aunque sea un momento de esa relación, se había creado un lazo entre dos personas muy diferentes que las unía una sola cosa, o bueno una sola persona, la persona que estaba enfrente de cada uno. Era una mirada simplemente hermosa, ella a él, él a ella.
Cuando todo el tiempo que llevaban así, parecía que se podía poner cada vez mejor, algo venía creciendo dentro de los dos, una división en el camino donde cada uno quería tomar una dirección distinta.
En ese momento llegó el final de aquellos niños que el tanto quería…
Se había olvidado de ellos por verla a ella cada vez más, aunque nunca lo lograba pero siempre tenía ese pensamiento de que en la próxima vez, serian segundos más a su lado.
Pero nada era así, en vez de mejorar como pensaba que seria, empeoraba con el paso del minuto. Los viajes por tren ya no estaban en los sábados, las cartas que se escribían no llegaban ni a cerrarse en el sobre, no existía comunicación cuando el teléfono sonaba y ella contestaba, era el vacio y él, el vacio y ella…
Logró convencerla de cenar a la luz de la luna en un restaurant en la ciudad de Milán y así fue, estaban ahí pero entre esos dos enamorados había ocho mesas de distancia, una pared de vidrio y el deseo de no estar ahí para cuando sea el final.
Ya se había ido, se había ido por el camino que yo le dije que tomáramos, cuando yo ya había tomado camino en el de ella, al final tomamos caminos distintos a lo que queríamos, a lo que quería.
Regreso a Florencia, ya no reconocía como era Milán, el tren fue utilizado para transportar carga y la visita a aquella ciudad se había desaparecido en un cerrar y abrir de ojos.
¿Qué hizo con su tiempo? Ya no piensa en el, ni busca saber el día y la hora en que está.
¿Qué hizo con su pasión? Es lo que más le dolió, aquellos niños que estaban esperándolo, ya nunca más volvieron a sonreír por culpa de aquel maestro enamorado.
¿Qué hizo con su espacio? Su espacio fue reemplazado con alguien más, y el de ella, bueno, el de ella reposa en su pensamiento cuando ve por alguna razón aquellos ojos que con su mirada decían todo.
Me encanta la forma en que entremezclas los conceptos en tercera y en primera persona, da un toque especial entre intriga y sentimiento. Te felicito.
ResponderEliminarno lei, el primer parrafo, ni siqeuiera el 2º, pero las primaers y ultmias estrofas dicen mucho mas que el mismo parrafo , ME ENCANTO, aunque te deja un sentimiento medio nostalgico!
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